Si no se acabaron, seguro que al menos se han reducido. Y para terminar con ellas completamente, aquí os traigo la segunda parte de este gran tema. Algunos me escribisteis tras la publicación del primer post porque las peleas de vuestros hijos no eran exactamente como las que yo describía. Hoy voy a abordar los otros dos tipos de peleas, con las que muchos os sentiréis identificados.
Os recuerdo los tres tipos:
- Peleas entre iguales
- Peleas desequilibradas
- Peleas de interacción
Peleas desequilibradas
En estas peleas, parece que hay un abusón y una víctima, pero lo que realmente hay es algo muy diferente: dos víctimas. Suele darse diferencia de edad o al menos de fuerzas. Son peleas que nos duelen especialmente a los padres porque vemos cómo siempre es el mismo hijo el que recibe la torta o la humillación. Tienen, además, el riesgo grande de que acabemos mirando al hermano «grande» como si fuera un auténtico abusón, y digo riesgo porque ningún abusón nace, todos se hacen y en parte alimentados por las miradas que le dicen: eres “malo”.
Así pues, es importante cambiar el foco, y ver a ese hermano mayor como lo que es: Un niño que está sufriendo.
¿Qué hay de fondo en estas situaciones?. En muchos caso se trata de un tema de celos. Para gestionar los celos os recomiendo que leáis “los celos son buenos y te voy a contar por qué”. Pero no siempre se trata de celos, a veces hay un niño que no encuentra su sitio, esto sucede mucho con los hermanos medianos. También puede ser que ese hijo esté siendo objeto de abuso por parte de otro hermano más mayor o de algún niño del ámbito escolar y simplemente reproduzca lo que le están haciendo a él.
Más allá de la casuística concreta hay algo que se da como una constante en toda pelea desequilibrada y es una autoestima insuficiente. Por eso yo os propongo, en estos casos, trabajar la valoración que tiene de sí mismo el hermano mayor.
La autoestima no crece sola, necesita ser regada con la mirada de los demás. Especialmente de los padres. A continuación os propongo algunas pequeñas tareas que pueden ayudar mejorarla:
- El primer trabajo lo tenemos que hacer los padres. Piensa y escribe 5 cosas en las que pienses que tu hijo es bueno: Pueden ser cualidades que tiene, como ser generoso, ordenado, fuerte o cosas que se le dan bien cómo dibujar, hacer puzzles, nadar, cocinar, etc. Cuando tengas esa lista hecha intenta visualizar a tu hijo a través de esas cualidades y cada vez que le mires o hables con él, trátale pensando en esas cualidades que le hacen una buena persona, capaz de grandes cosas. Esa mirada de sus padres es como el elixir de la autoestima.
- Pídele ayuda e implicación en tareas y actividades que se le den bien y él pueda experimentar el éxito por sí mismo. Es importante que el niño experimente el éxito directamente, para que su efecto sea más consistente. Con frecuencia estos niños sienten que no son buenos en nada y es importante encontrar eso en lo que sí son buenos.
- A veces puede resultar útil buscar un grupo de iguales reducido en el que se cuiden las relaciones entre los niños: Me estoy refiriendo a un grupo scout o una asociación de tiempo libre, es importante que sea un ambiente diferente al escolar, más reducido, en el que los adultos sepan orientar las relaciones interpersonales. Son ambientes en los que el niño tiene la oportunidad de mostrar otras facetas de sí mismo más positivas. De manera que ya no se percibe como el hermano “malote” que se dedica a fastidiar al otro, si no que es también un compañero de juegos divertido, generoso, amable, etc.
¿Qué hacemos cuando están peleando?
En el momento de la pelea, en estos casos es importante intervenir. En primer lugar parar al hermano que está pegando o se está burlando y si lo necesita ofrecerle un espacio en el que tranquilizarse. Posteriormente, cuando esté más tranquilo, es importante trabajar el perdón. El perdón es un acto que sana tanto al agraviado, que no acumula rencor, como al que ha realizado la ofensa. Pedir perdón le permite volver a empezar, le da otra oportunidad para hacer las cosas bien y le ayuda a visualizarse a sí mismo como una buena persona.
Para evitar que se vuelvan a producir estas situaciones, es necesario dotar al hermano mayor de recursos para gestionar las emociones que le llevan a hacer daño al otro. En este sentido le podemos proponer que cuando sienta ganas de molestar a su hermano acuda a nosotros y juntos pensamos una alternativa. Esto le ayudará a ser más consciente de sus acciones, a reflexionar antes de actuar e incluso a evitar molestar al hermano, lo cual , a largo plazo se convertirá en un entrenamiento muy eficaz de autocontrol.
Me viene a la cabeza una situación que se ha dado recientemente en mi casa. Una de mis hijas con la que ya llevamos tiempo trabajando el tema de los celos, se acercó y me dijo: “Mamá, fulanita se ha puesto la corona y dice que es una reina y me están entrando ganas de pegarle porque me da envidia”, yo le di un abrazo porque me conmovió enormemente. El tiempo trabajado empezaba a dar sus frutos. Y le dije: “Cariño haces muy bien en decírmelo, yo creo que os lo vais pasar mejor si las dos sois reinas, ¿Quieres que busquemos juntas una diadema bonita para que tú también hagas de reina?”. Y efectivamente las dos comprobaron que no hacía falta competir y que era mucho más divertido sumar cada una sus ideas divertidas para mejorar el juego.
Peleas de interacción
Este tipo de peleas son las más inocuas, al menos en el origen. Suele haber un deseo de interacción por parte de un hermano que no sabe muy bien cómo encauzar y fruto del aburrimiento se dedica básicamente a “tocar las narices” a otro hermano. También se da el caso del hermano que desea introducirse en un juego y no sabe cómo hacerlo así que busca la manera de llamar la atención de la forma más evidente: molestando.
El problema es que a veces, no siempre, estos pequeños escarceos terminan en drama porque el hermano molestado no se lo toma como un juego y reacciona pegando más fuerte, y el otro a su vez incrementa también su respuesta, de forma que puede acabar en una auténtica batalla campal.
En estos casos lo mejor es detectar ese deseo de juego que tiene el niño y ofrecerle una forma de dar salida a ese deseo tan bueno. Podemos incluso anticiparnos porque cuando un niño está aburrido o acaba de terminar una actividad como ver una película, suele mostrar este tipo de comportamiento. Así pues, en cuanto nuestro radar detecta un niño aburrido le podemos proponer algún juego que le ocupe la atención y evitar así que se dedique a molestar a los demás.
Cuando ya hay un juego en curso, de otros hermanos, primos o amiguitos, es evidente que el niño quiere participar pero no sabe cómo introducirse, en esos casos debemos enseñarle a hacerlo. En nuestra familia siempre es mi marido el que realiza ese papel porque lo cierto es que se le da muy bien. Coge al niño en cuestión de la mano y empieza a hablar con los niños que juegan: “ey chicos, que Fulanito quiere jugar con vosotros, ¿Sabéis que se le da super bien montar casitas?” y de esta forma tan sencilla le tiende un puente para introducirse en el juego.
Cuando se trata de otra cosa
Os he ofrecido los casos más típicos de peleas entre hermanos, según mi experiencia. Hay que tener en cuenta que con frecuencia se mezclan entre sí. Por ejemplo un hermano que está aburrido molesta a otro, con el que tiene rivalidad, y aunque al principio sólo quería tener alguien con quien jugar, se acaba convirtiendo en un pulso de fuerzas entre rivales. En esos casos habría que combinar estrategias de los dos tipos, es decir dejar que ellos arreglen su conflicto y a la vez ayudar al hermano que está aburrido a encontrar una actividad más positiva.
Evidentemente no hay dos casos iguales y para todos la premisa es: Averigua que está pasando de fondo entre tus hijos. Y para ello tenemos dos recursos básicos: Observarles y hablar con ellos sobre lo que les pasa por dentro cuando pelean.
Gracias por vuestra constancia y paciencia. Como siempre cualquier consulta que os surja la podéis plantear en Instagram @mamitherapy, ya sea por privado o comentarios.