Se acabaron las peleas entre hermanos: ¿Utopía o realidad? (II)

Si no se acabaron, seguro que al menos se han reducido. Y para terminar con ellas completamente, aquí os traigo la segunda parte de este gran tema.  Algunos me escribisteis tras la publicación del primer post porque las peleas de vuestros hijos no eran exactamente como las que yo describía. Hoy voy a abordar los otros dos tipos de peleas, con las que muchos os sentiréis identificados.

Os recuerdo los tres tipos: 

  1. Peleas entre iguales
  2. Peleas desequilibradas
  3. Peleas de interacción

Peleas desequilibradas

En estas peleas, parece que hay un abusón y una víctima, pero lo que realmente hay es algo muy diferente: dos víctimas. Suele darse diferencia de edad o al menos de fuerzas. Son peleas que nos duelen especialmente a los padres porque vemos cómo siempre es el mismo hijo el que recibe la torta o la humillación. Tienen, además, el riesgo grande de que acabemos mirando al hermano «grande» como si fuera un auténtico abusón, y digo riesgo porque ningún abusón nace, todos se hacen y en parte alimentados por las miradas que le dicen: eres “malo”. 

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Se acabaron las peleas entre hermanos: ¿Utopía o realidad? (I)

Los hermanos pelean desde que el mundo es mundo ¿Os acordáis de Caín y Abel?, ¿Rómulo y Remo? En ambos casos, hermanos que pelearon hasta la muerte. Sobre los primeros planeaba la sombra de la envidia y en el caso de los fundadores de Roma, fue la ambiciòn lo que terminó con la vida de Remo.

Las peleas entre hermanos están tan presentes en las familias que incluso podemos llegar a pensar: “es normal que los hermanos peleen, siempre van a existir las peleas, así que mejor aceptarlo”. Y ciertamente las peleas entre hermanos son normales, pero ¿son deseables?, ¿se pueden evitar?, ¿es posible una convivencia pacífica entre hermanos?.

La respuesta es que SI, rotundamente. Son evitables y se puede llegar a conseguir una relación de cariño y solidaridad entre hermanos desde la infancia, donde el apoyo mutuo y la camaradería sean las principales señas entre ellos. Pero esta situación tan deseada no llega sola (al menos la mayoría de las veces), hay que trabajar y sembrar para poder ver los frutos de una saludable fraternidad. 

Lo primero que hay que desterrar es la idea de que existe una estrategia general para gestionar las peleas. No todos los conflictos entre hermanos son iguales, por eso es importante saber qué hay detrás de cada pelea antes de empezar gestionarla. Tras 11 años de observación de peleas entre mis siete hijos he llegado a la conclusión de que básicamente existen tres tipos:

  1. Peleas entre iguales
  2. Peleas desequilibradas
  3. Peleas de interacción

A lo largo de este post me voy a centrar en el primer tipo de peleas y abordaré las dos siguientes en mi próxima publicación (prometo no tardar más de dos semanas).

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Los celos son buenos y te voy a contar por qué

Los celos vienen siempre de tapadillo, no anuncian su presencia a bombo y platillo: “¡Chicos, hacedme un hueco en la familia que he llegado para quedarme una temporadilla!”. No. Llegan siempre en silencio, al principio sólo se huelen y poco a poco van ganando presencia hasta que no se pueden ignorar. Además de ser silenciosos, tienen también el don del disfraz, adoptan múltiples formas haciéndonos pensar que son algo que en realidad no son.

Disfraces tiene de todo tipo: un niño que empieza a hacerse pis, cuando ya controlaba esfínteres, otro que vuelve a tener rabietas, también está el que permanece enfadado continuamente y como no, el que se muestra desafiante cada vez que le pides algo. En los niños más mayores los celos se vuelven mucho más expertos y saben enmascarar mucho mejor su presencia: un bajón en los estudios, una actitud de hostilidad mantenida, conductas de evasión, etc. Como veis a disfraces no les gana ni Mortadelo.

Todos estos comportamientos tienen en común que son disfraces que los celos utilizan para desviar la atención hacia otro lado. En realidad los celos son una emoción: “Sentimiento que aparece cuando se sospecha que otra persona recibe una atención que se considera propia” y como toda emoción, tiene su misión.

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Adolescentes: la forja de la identidad

Si tienes un hijo adolescente o estás a punto de tenerlo, prepárate para experimentar unos cuantos cambios en tu vida. Lo que antes tenías bajo control va a dejar de estarlo, las relaciones padre-hijo que parecían sólidas de pronto se van a volver frágiles, los canales de comunicaciòn sufrirán cortes continuos. En algún momento incluso te puede parecer que tu hijo va hacia atrás, que está perdiendo las buenas cualidades adquiridas en la infancia.

Tal vez tu experiencia con un hijo adolescente no está siendo así, porque claramente lo estoy pintando bien feo, pero ¿te suenan alguna de estas situaciones?, ¿Sientes también que tu hijo ya no es como era y que vuestra vida ha cambiado?

La adolescencia es fundamentalmente un proceso de diferenciación del adolescente con su familia. -Y ¿para qué se quiere diferenciar de su familia?-. Sencillamente porque es el camino necesario para definir su propia identidad. Que es el verdadero fin del adolescente, aunque ni él mismo lo sepa.

Sólo si miramos al adolescente bajo este prisma comprenderemos lo que le está pasando y podremos apoyarle adecuadamente.

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Hijos solidarios: mentes abiertas, corazones generosos

Cuando todos los días pasas por las mismas calles es fácil que las personas que encuentras por el camino terminen resultando familiares, a veces incluso forman parte del paisaje urbano. Las personas sin hogar o que por cualquier causa están “pidiendo” no son una excepción.

Me he dado cuenta de que mis hijos ven cosas que yo no veo y, pensándolo, eso multiplica enormemente el campo de visión de la familia.

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